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¿Por qué nos gusta tanto chismear?

El lenguaje es una de las marcas registradas con las cuales se identifican a los humanos. Una postura que va ganando adeptos dice que podría tratarse de una adaptación para crear y fortalecer vínculos sociales. Es decir, hacer sociales, o sea… chismear. No existe duda en la comunidad científica sobre la función que tuvo y tiene el lenguaje, que es la de intercambiar información. Pero, ¿qué sería más importante para la supervivencia de nuestros antepasados de hace miles de años? ¿Datos, hechos, información fáctica? ¿O conocer todo lo posible sobre la comunidad de la que formaban parte? Es decir, el chisme corriendo de boca en boca. Pero el lenguaje, sin el gran cerebro que tenemos, no podría existir. Son la gran cantidad de redes neuronales que surcan nuestra corteza cerebral las que permiten su funcionamiento. Y también son esas avenidas neurológicas las que posibilitan algo tan simple como el chisme. Pero bajo esa simpleza, el chisme esconde la historia evolut

¿Nos estamos volviendo más inteligentes?

Hace más de 30 años, los especialistas en inteligencia, se encontraron con un fenómeno inexplicable: los tests de inteligencia o IQ arrojaban puntuaciones cada año más altas. Cada generación parecía ser más inteligente que la anterior. Este fenómeno es conocido como Efecto Flynn, en honor al investigador James Flynn, de la Universidad de Otago, Nueva Zelanda. Flynn realizó el primer análisis concienzudo sobre el tema en 1984. Cruzó datos de más de una docena de países, y descubrió que las puntuaciones subían 0,3 puntos por año. Luego de décadas análisis, y cientos de estudios científicos publicados, el Efecto Flynn sigue en pié. Las puntuaciones en los tests de inteligencia continúan subiendo 0,3 puntos cada año. Se trata de un avance incesante, cual terminator de la inteligencia, que de forma monótona sigue y sigue, sin acelerar, ni aminorar el paso. Pero, si el Efecto Flynn es el terminator Arnold Schwarzenegger, cuál sería la Sarah Connor a la que persigue de f

¿Por qué comemos de más?

Si una persona come sola come lo justo y necesario. Hagamos una fiesta, y ya uno pierde el control. Nuestro cuerpo ha evolucionado para ser una máquina perfecta de almacenamiento de nutrientes, lo que era excelente para nuestros antepasados varios miles de años atrás, pero hoy en día se ha transformado en un problema. El principal problema nutricional que aqueja al mundo: la obesidad. ¿Por qué comemos de más? ¿Es algo biológico? ¿Social? (Artículo publicado originalmente en  Newsweek . 6 de junio de 2012) El ser humano es, desde diversos puntos de vista, uno de los animales que mejor se ha adaptado a nuestro mundo cambiante. Por ejemplo, somos de los pocos seres vivos que podemos comer de todo. Somos omnívoros de la misma forma que las ratas, los cerdos y las cucarachas, pero nosotros lo somos en mayor grado, y tan sólo las ratas se nos equiparan.  Comemos rocas, secreciones glandulares y hongos, o si prefiere sal, queso y champignones. Pero del amplio rango que tenemos para

Diabetes, ¿culpa de la evolución?

La diabetes tipo 2, que es la que aqueja al 95 por ciento de los diabéticos, es una enfermedad muy complicada, pero totalmente comprensible desde una perspectiva evolutiva. Incluso prevenible, si comprendemos para qué y para qué no está adaptado nuestro organismo.   ¿Por qué sufrimos de diabetes? En la antigüedad los curanderos le prestaban mucha atención a la orina de la gente, al grado de tratarla como si de un añejo vino se tratase. La movían en un vaso, la miraban a la luz del sol, la olían, y sí, también la degustaban. De allí viene el nombre de uno de los males más comunes de nuestra época, la Diabetes mellitus . Diabetes es la palabra para sifón en griego, y mellitus con gusto a miel, dulce. Es que los diabéticos, que tienen un alto nivel de glucosa en el torrente sanguíneo producen mucha orina. Esa abundancia de azúcar se traspasa también a la orina, de ahí el gusto dulce que sentían los curanderos de antaño. La diabetes aparece cuando las células de todo el cuerp

La evolución me enferma

Un adulto promedio pasa sentado entre el  50 y el 70 por ciento de su vida, y son pocos los que utilizan el resto de ese tiempo realizando alguna actividad física.  Si nos subimos a una máquina del tiempo para observar a nuestros antepasados de hace unos diez mil años atrás, podríamos ver que las costumbres son exactamente las opuestas. Más del 70 por ciento del tiempo lo pasaban activos. (Artículo publicado originalmente en  Muy Interesante . Marzo, 2013) Muchas de las características y comportamientos que en el pasado nos hacían más aptos, ahora nos vuelven inadaptados, porque el ambiente en el que surgió el género humano ha cambiado tanto, y tan rápido que es admirable que podamos seguir viviendo como lo hacemos. La ironía es que el mayor agente de cambio en nuestro entorno somos nosotros mismos. Volvamos a la máquina del tiempo, y retrocedamos 1,5 millones de años. Estamos en África, en una región de pastizales y parches aislados de arboles. Es una región tropical, e

¿Nos sigue afectando la desaparición de la megafauna hace decenas de miles de años?

Los animales gigantes suelen ser material de historias de terror o películas de catástrofes. Pero, hasta hace algunas decenas de miles de años, eran moneda común en cualquier ecosistema terrestre y marino. Las implicancias que tuvo su extinción en los ecosistemas globales se empiezan a conocer, y nos siguen afectando. Durante millones de años los ecosistemas de todos los continentes, ya sea sobre la tierra, o bajo el mar, contaban con animales de gran tamaño, al estilo de nuestros actuales elefantes o ballenas, sólo que algunos eran de mayor porte todavía, como los mamuts o el tigre dientes de sable. Pero desde hace unos 40 a 10 mil años atrás casi desaparecieron del mundo salvaje. La pérdida de la megafauna puede precipitar muchos y rápidos cambios ecológicos, pero también cambiaría el ecosistema a largo plazo. Los científicos están notando que estos gigantes son tan necesarios para los ecosistemas que su desaparición puede cambiar por completo esos paisajes. Si desaparecie