Han pasado diez años desde el descubrimiento del Homo antecessor, y diversos medios españoles se han hecho eco de la noticia. Primero publicaremos una reseña que publicó el periódico ABC, y le seguirá un artículo que escribió José María Bermúdez de Castro, co director de Atapuerca, en el mismo periódico:
JOSÉ MANUEL NIEVES. MADRID.
Hace diez años, el hallazgo en el yacimiento de Gran Dolina, en Atapuerca, de los restos fósiles de seis individuos con más de 800.000 años de antigüedad despejó de un solo golpe muchas de las preguntas que los paleontólogos se formulaban sobre el origen de nuestra propia especie.
Homo antecessor. Fue así como sus descubridores decidieron bautizar el nuevo y revolucionario descubrimiento. Antecessor en el sentido latino del término: el que va primero, el explorador, el pionero. El mensaje de Atapuerca, también aquella vez, como ya había sucedido con los restos de otra treintena de individuos encontrados años antes en la Sima de los huesos (Homo heidelbergensis, 350.000 años) fue meridiano: se equivocaban quienes creían que el europeo más antiguo no tenía más de medio millón de años; se equivocaban quienes habían creido ver, en una mandíbula encontrada en Alemania (la mandíbula de Máuer), los rasgos del antepasado común entre sapiens y neandertales; se equivocaban quienes no querían aceptar el hecho de que también el hombre moderno, y no sólo los primeros homínidos de hace cuatro millones de años, surgió, se desarrolló y vivió en África, desde donde se extendió después al resto del mundo.
Los fósiles que sirvieron a los investigadores para describir la nueva especie aparecieron durante las campañas de excavación de 1994 y 1995. Cerca de ochenta fragmentos de no menos de seis individuos.
La mandíbula 113
Hoy, el número de piezas encontradas ha aumentado hasta casi ciento veinte. Entre ellas, tres mandíbulas en un excelente estado de conservación. La primera, la de 1994, es el holotipo de toda la especie, es decir, la que define una a una las características de la misma. La segunda fue descubierta en 2003 y publicada en 2005. Y la tercera, la mandíbula 113, apareció durante la pasada campaña de excavación, en verano de 2006, y está siendo actualmente estudiada. Las conclusiones, aún no publicadas, verán la luz en el prestigioso «Journal of Human Evolution». La imagen que acompaña estas líneas es, por tanto, la primera que se hace pública de esa extraordinaria pieza.
La mandíbula 113, mayor que las otras dos, perteneció a un adulto (como revela la presencia de un tercer molar), probablemente del género masculino. Y procede de una zona de apenas ocho metros cuadrados, situada en el nivel TD6 del yacimiento de Gran Dolina, un estrato que se encuentra muy por debajo del nivel en el que trabaja actualmente el grueso del equipo, el TD10.
El yacimiento de Dolina, de unos dieciocho metros de profundidad, está dividido en «capas» o estratos que se encuentran uno encima del otro como las hojas de un libro. Y los paleontólogos no tienen más remedio que armarse de paciencia e ir trabajando «por extenso» capa a capa, hoja a hoja, sin precipitarse y sin saltarse ninguna. Cosas del rigor y del método científicos. Algo especialmente difícil, además, si tenemos en cuenta que los restos de Homo antecessor encontrados hace una década aparecieron en el nivel TD6, al que los investigadores pudieron acceder gracias a una pequeña «cata» o prospección de apenas unos metros. Pero faltan años para que las excavaciones puedan explotar plenamente este nivel. Mientras, y aún sabiendo que el «tesoro» está más abajo, todos deben conformarse con ir arañando, año tras año, en los niveles superiores, más estériles.
Pero una casualidad, en forma de explosión en unas viejas maniobras militares, dejó al descubierto, milagrosamente, una pequeña zona de TD6, apenas ocho metros cuadrados que los explosivos no consiguieron derrumbar. Y de ahí proceden precisamente los hallazgos de los últimos años. «Cuando por fin consigamos llegar a TD6 y excavarlo a conciencia -asegura José María Bermúdez de Castro, co director, con Juan Luis Arsuaga y Eudald Carbonell, de los yacimientos de Atapuerca- entonces encontraremos más fósiles de antecessor, y seguramente alguna otra sorpresa».
Antepasado común
Homo antecessor posee los rasgos necesarios para ser considerado el auténtico antepasado común entre Homo sapiens sapiens (nosotros) y Homo sapiens neardenthalensis. Su cara, en especial la de los individuos infantiles, es sorprendentemente parecida a la nuestra, aunque también tiene rasgos que lo emparentan sin lugar a dudas con nuestros «primos» neandertales.
Su origen, aunque todavía no existe registro fósil suficiente, se encuentra en Africa, aunque se postula también una posible procedencia euroasiática, a partir, por ejemplo, de homínidos de más de un millón y medio de años como los encontrados en Dmanisi, en Georgia. Los ancestros de antecessor que quedaron en el continente negro bien pudieron evolucionar a su vez hasta convertirse en Homo sapiens sapiens, nuestra propia especie, que en una nueva oleada migratoria penetró en Europa hace alrededor de cincuenta mil años, donde se encontró con unos neandertales ya perfectamente diferenciados y a los que finalmente sustituyó. Ese es el legado que nos deja este descubrimiento. Los próximos años, sin duda, cuando se llegue por fin a TD6, traerán nuevas e inesperadas respuestas.
(Director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Burgos)En Ciencia no existen dogmas ni verdades inmutables, sino hipótesis que pueden ser refutadas por las evidencias o permanecer vigentes con el paso del tiempo.Cuando en mayo de 1997 la revista Science publicó nuestra propuesta de una nueva especie del género Homo sabíamos que el tiempo sería un juez implacable para la aceptación o el olvido de Homo antecessor.Han pasado ya diez años desde entonces y ningún científico ha publicado datos que permitan refutar la realidad de esta especie. Por el contrario, los nuevos fósiles humanos encontrados en este nivel de excavación durante los últimos años han ido definiendo cada vez mejor los rasgos de los adultos de Homo antecessor.Así, hemos podido observar diferencias muy importantes entre los homínidos de TD6 y los encontrados hace más de 50 años en el yacimiento argelino de Tighennif, que son de la misma época y que algunos colegas han querido asimilar a los fósiles de Gran Dolina.Todo apunta a que los fósiles de Tighennif podrían ser nombrados como la especie Homo mauritanicus, o tal vez como una subespecie de Homo ergaster. Además, y gracias al hallazgo de un par de mandíbulas de adulto, ahora podemos confirmar que los homininos de Gran Dolina tenían una construcción cráneo-facial y un semblante muy distinto al de Homo heidelbergensis, la especie europea del Pleistoceno medio.Ya pocos dudarán de que en Gran Dolina se encontró en los años noventa del siglo XX un homínido diferente y que, por derecho propio, Homo antecessor debe tener un hueco en la filogenia humana. Otra cuestión es su origen y su destino, temas en los que los científicos de Atapuerca no dejaremos de investigar.
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