Vía El Mundo
Una tesis doctoral de Palmira Saladié, miembro del equipo de investigación de Atapuerca y del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), tiene como principal objetivo analizar los mordiscos hallados en 7.000 restos de fauna del yacimiento burgalés para entender el aprovechamiento de los animales por parte de homínidos como Homo antecesor.
Saladié defendió este martes su obra “Mordiscos de omnívoros. Aproximación experimental y aplicación zooarqueológica en la Sierra de Atapuerca”, en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona. El trabajo lo ha efectuado bajo la codirección de Eudald Carbonell, director del IPHES, y Juan Carlos Díez, del Departamento I+D+i de la Universidad de Burgos y miembro del equipo de investigación de Atapuerca.
Los yacimientos investigados, todos ellos ubicados en Atapuerca, han sido los niveles TD5 y TD6 de Gran Dolina, ambos del Pleistoceno inferior y con una antigüedad superior a los 800.000 años, MIR21 y MIR4 (de unos 7.000 años) y de la Cueva de El Mirador (Holoceno, unos 4.000 años antes del presente).
De los cuatro, hay dos donde estudios anteriores habían avalado la práctica del canibalismo, caso de TD6, donde se identificó una nueva especie Homo antecesor.
"De esta manera ampliábamos el registro y podíamos averiguar otros comportamientos", aseguró Palmira Saladié, "por el interés que tiene el estudio del canibalismo de esta antigüedad, ya que no está nada documentado".
"A TD5 -explicó Palmira Saladié- se ha podido determinar que los osos han actuado sobre restos de ciervos y caballos y así hemos documentado, por primera vez, que en su dieta incluían estos dos animales, lo que no se sabía".
La autora de la tesis puntualizó que durante el siglo XX se han estudiado muy bien las marcas efectuadas con elementos culturales que se observan en los fósiles, por ejemplo, las marcas de corte que los homínidos han realizado con herramientas de piedra, en cambio, no está nada estudiado otras modificaciones detectadas en los huesos, como es el caso de las mordeduras.
El objetivo ha sido, por tanto, "crear un marco metodológico que nos permita reconocer estos tipos de señales en los conjuntos arqueológicos".
Los humanos y los carnívoros presentan características dentales diferentes pero, en cambio, comparten características dentales con otros omnívoros como el cerdo y el oso, explicó. "Así se consideró que estos tres grupos podían dejar señales específicas y reconocibles en los huesos", relató.
Para poder contrastar esta hipótesis, además de estudiar minuciosamente los 7.000 restos mencionados, “se ha experimentado -declaró Palmira Saladié- con animales, concretamente con jabalíes en libertad, en Prades, y con chimpancés en el zoo de Barcelona”. Además, también trabajó con humanos.
En el primer caso les tiraba huesos de otros animales y después veía qué tipo de mordeduras habían dejado. En el caso de los humanos, con el mismo objetivo, diferenciaba entre huesos crudos y cocinados. “Los datos obtenidos con estos trabajos los comparaba con los mordiscos de los fósiles de Atapuerca y así podía identificar con mayor seguridad que las había producidas”, dijo.
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