Se creía que nuestros parientes extintos, los Parantropus robustus, tenían una amplia diferencia en el tamaño de machos y hembras, similar al de los actuales gorilas, orangutanes o babuinos. Pero un nuevo fósil descubierto en Sudáfrica sugiere que este homínido pasó por “rápidos” cambios evolutivos durante un período turbulento de cambios climáticos locales hace unos 2 millones de años, lo que resultó en cambios anatómicos que antes se habían atribuido al llamado dimorfismo sexual.
La diferencia de tamaño entre machos y hembras en los primates, llamado dimorfismo sexual, dice mucho sobre cómo es su sociedad, y nos ayuda a saber cómo era entre nuestros parientes extinguidos, si hablamos de homínidos que vivieron hace 2 millones de años.
Por ejemplo, entre los primates actuales en los cuales hay
poco o ningún dimorfismo, nosotros incluidos, las sociedades tienden a ser
igualitarias, y con tendencia hacia la monogamia. Entre estos se encuentran la
gran mayoría de los primates. Entre gorilas, orangutanes y babuinos, el tamaño
del macho es a veces hasta dos veces el de la hembra, y allí sus grupos tiende
a reunirse en derredor de un macho alfa dominante, que tiene completo control
sobre un harem de hembras.
Pero un cráneo descubierto por una estudiante escolar en
Sudáfrica podría aportar información no sólo sobre la sociedad de nuestros
parientes de hace millones de años, sino brindar una ventana a algo muy raro de
verse en el registro fósil, que es cómo cambia una especie a lo largo de su
historia evolutiva.
Parantropus robustus
El estudio publicado en la revista Nature Ecology & Evolution, se basa en el análisis de un cráneo de Parantropus robustus descubierto en el sistema de cuevas Drimolen, al noroeste de Johannesburgo, Sudáfrica. Este espécimen, identificado como DNH 155, es uno de los mejor preservados de este homínido.
Sería claramente un macho, pero es más pequeño que otros P. robustus descubiertos en el yacimiento cercano, en las cuevas de Swartkrans, de los cuales también se tiene seguridad que se trata de machos. Y es que es difícil establecer el sexo de un fósil, ya que sólo ciertos huesos, bien preservados pueden aportar ese dato, y lo normal es que el registro fósil sea fragmentario, y no en tan buen estado.
Gracias a la comparación de DNH 155 con otros de la misma
especie, pudieron notar que las diferencias de tamaño corresponden a ejemplares
que están separados en el tiempo por unos 200.000 años. Originalmente, se creía
que la diferencia de tamaño dentro de P.
robustus tenía que ver más con el llamado dimorfismo sexual, entre machos y
hembras, pero al parecer tiene que ver con los cambios evolutivos de esa
especie a lo largo del tiempo.
P. robustus se
sabía que sobrevivió a un período de cambios climáticos, en el cual
desaparecieron los Australopithecus,
y evolucionó el género Homo, que nos
incluye. Los autores del estudio creen que esta transición ocurrió rápido para
lo que es la evolución, tal vez en tan sólo unas decenas de miles de años.
“Nuestra hipótesis”, contó el antropólogo David Srtrait, uno
de los autores del estudio, “es que el cambio climático creó un estrés en las
poblaciones de australopitecos llevándolos a su desaparición. Pero P. robustus se habría adaptado bien a
los cambios ambientales, y se habrían dispersado por la región”.
Es difícil notar estos cambios dentro de la historia
evolutiva de una especie, ya que los fósiles suelen ser escasos, y a veces muy
fragmentarios. Los cambios pueden ser tan sutiles que hace difícil notar las
diferencias. Este nuevo fósil aportaría una ventana a uno de esos episodios
raros, según los autores del estudio.
Evolución en acción
Las diferencias entre los ejemplares de P. robustus de los dos yacimientos arqueológicos ya no podría
explicarse como un dimorfismo sexual, dicen los científicos, sino de diferencias
a nivel poblacional. Los fósiles del sistema de cuevas de Drimolen son unos 200
mil años anteriores a los del famoso sistema de Swartkrans. Esto muestra cómo
la especie ha evolucionado en el tiempo, en una misma región.
La evolución de nuestros parientes fósiles fue como la de todas
las especies del planeta, adaptándose al medioambiente que los rodeaba, y a sus
cambios. Diversas fuentes han demostrado que en tiempos de P. robustus el clima cambió rápido y de forma significativa en la
región que habitaban. Se redujeron los bosques, y se expandieron las sabanas.
Esto mismo puede notarse en las diferencias entre los P. robustus de Drimolen y los de Swartkrans.
Los últimos tenían dientes más grandes, y evidencias en el cráneo de músculos
masticatorios grandes y fuertes. Esto implica que cambiaron los hábitos
alimenticios de esa especie homínida, adaptándose a los alimentos más duros de
su nuevo hábitat. Esto en “tan sólo” unos 200 mil años.
Y se trata de la misma época en que aparecieron los primeros
humanos, con el Homo erectus en la
misma región. Homínidos con un cerebro mucho más grande, y un cuerpo más
adaptado a un andar bíopedo constante, y que explotaron estos ambientes de
sabana de una forma diferente a la de los P.
robustus. Todavía no se sabe qué sucedió con estos últimos, pero lo cierto
es que los cambios climáticos continuaron, y quienes terminaron sobreviviendo
fueron sólo los humanos.
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