Vía EFE
Un extraordinario bifaz del Paleolítico Inferior, pendiente aún de datación, es el hallazgo más significativo descubierto este año en la campaña estival de excavaciones que arqueólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi desarrollan desde hace diez años en el yacimiento de Irikaitz, en Zestoa, País Vasco (España).
Según explicó el director de las prospecciones, Álvaro Arrizabalaga, se trata de una pieza de unos quince centímetros de largo que se encuentra «muy deteriorada» por el paso del tiempo, ya que está confeccionado en vulcanita, una roca formada por cenizas volcánicas sedimentadas que cuando fue tallada, hace decenas de miles de años, era muy dura, pero que ha ido absorbiendo agua a lo largo del tiempo.
La herramienta, un hacha de mano de forma lanceolada, resulta extraordinaria porque no es habitual en este periodo, donde los útiles que se empleaban solían ser más toscos y menos elaborados.
Los especialistas piensan que podría pertenecer a la última parte del Paleolítico Inferior, cuando se produjo un tránsito en las técnicas de elaboración de los útiles de piedra, «buscando tallar con retoques planos» para conseguir mejores filos.
Los expertos consideran que el yacimiento de Irikaitz, que goza desde 2001 de la máxima protección cultural que concede el Gobierno Vasco, fue utilizado por los hombres primitivos como un taller de industria lítica, por lo que es muy rico en distintos tipos de herramientas de piedra en diferentes etapas de elaboración. Arrizabalaga aclaró que esta abundancia de útiles ha permitido a los arqueólogos reconstruir las técnicas de trabajo de los hombres primitivos, invertir el proceso de tallado de la piedra e, incluso, «entender» cómo funcionaba la mente del tallista en el momento del trabajo.
«Las piedras nos permiten jerarquizar muy bien cómo se articulan esos pensamientos y esas mentes. La forma en que ideó el autor cómo hacer esos útiles y en qué momento cultural y evolutivo estaba el tallista», explicó Arrizabalaga.
Los distintos tipos de piedras localizados en el yacimiento, uno de los pocos en los que las piezas aparecen en el contexto natural en el que fueron creadas, posibilitan también a los expertos conocer el radio en el que se movían los prehistóricos para conseguirlas.
En Irikaitz se han localizado además unos pocos útiles elaborados con piedras procedentes de afloramientos del norte de los Pirineos, lo que lleva a los estudiosos a conjeturar la posibilidad de que hace 23.000 años ya existieran «rutas de intercambio de materias primas de calidad» y «movimientos de personas».
De esta forma, se está perfilando la teoría de que en el Gravetiense, al final del Paleolítico Superior, existía un «pasillo» entre la península Ibérica y la zona continental europea que pondría en contacto a las poblaciones humanas de ambos lados de la cordillera pirenaica.
Viniendo desde Francia, la ruta pasaría por debajo de Jaizkibel siguiendo por la costa hasta alcanzar el río Deba, para remontar su curso y penetrar en el interior, superando los montes vascos, hasta llegar al valle del Ebro y la Meseta Norte.
Un paraíso para la caza
Irikaitz es un yacimiento «realmente extraordinario» debido a sus restos del Paleolítico Inferior, durante el que pequeñas bandas de Homo heidelbergensis -especie humana más antigua que el hombre neandertal- acamparon sobre esta verde colina que desciende en una pendiente hacia el curso medio del río Urola.
Protegido de la intemperie por los montes cercanos, el enclave reúne una serie de condiciones naturales que lo hace muy adecuado para vivir. «Es un cazadero muy bueno porque hay un estrechamiento en un meandro del río y, si se acosa hacia allí a los animales que acuden a beber, no tienen escapatoria», explicó Arrizabalaga.
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