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Diabetes, ¿culpa de la evolución?

La diabetes tipo 2, que es la que aqueja al 95 por ciento de los diabéticos, es una enfermedad muy complicada, pero totalmente comprensible desde una perspectiva evolutiva. Incluso prevenible, si comprendemos para qué y para qué no está adaptado nuestro organismo.

 

¿Por qué sufrimos de diabetes?

En la antigüedad los curanderos le prestaban mucha atención a la orina de la gente, al grado de tratarla como si de un añejo vino se tratase. La movían en un vaso, la miraban a la luz del sol, la olían, y sí, también la degustaban. De allí viene el nombre de uno de los males más comunes de nuestra época, la Diabetes mellitus. Diabetes es la palabra para sifón en griego, y mellitus con gusto a miel, dulce.

Es que los diabéticos, que tienen un alto nivel de glucosa en el torrente sanguíneo producen mucha orina. Esa abundancia de azúcar se traspasa también a la orina, de ahí el gusto dulce que sentían los curanderos de antaño. La diabetes aparece cuando las células de todo el cuerpo dejan de responder a la insulina, una hormona que toma el azúcar del torrente sanguíneo y lo almacena como grasa.

Cuando esta inhabilidad de responder a la insulina se instala, el cuerpo comienza a funcionar como una caldera descompuesta. Los niveles de azúcar continúan subiendo, lo que a su vez estimula al páncreas para que produzca más insulina, que falla en su cometido. Tras años de trabajo forzado el páncreas ya no puede producir suficiente insulina, lo que dispara los niveles de azúcar en sangre, ya sin posibilidad de que el organismo pueda hacer algo al respecto.

Envenenamiento por azúcar

La diabetes tipo 2, que es la que aqueja al 95 por ciento de los diabéticos, es una enfermedad muy complicada, pero totalmente comprensible desde una perspectiva evolutiva. El problema fundamental de la diabetes es la superabundancia de glucosa en la sangre. Mucha azúcar en sangre es tóxica y causa un sinnúmero de problemas de salud.

El azúcar entra al cuerpo de una forma bastante obvia: la comemos. Ya sea agregando azúcar al café, comiendo un caramelo, bebiendo una gaseosa, etc. Ahora, la glucosa por sí sola no sólo no es tóxica, sino que es el alimento fundamental de nuestras células, y de las células de todo ser vivo desde la aparición de la vida.

Si bien hoy tenemos cantidades inagotables de glucosa al alcance de la mano, es muy escasa en la naturaleza. Razón por la cual nuestro organismo está programado para recibir con los brazos abiertos todo el azúcar que podamos ingerir. Al grado de que la membrana de las células, que por lo general no deja pasar a casi nadie al interior de sus protegidas, tiene órdenes de dar pase libre a todas las moléculas de glucosa.

Esta puerta que jamás se cierra es una de las principales causas de la diabetes. Pero, como dice el pionero genetista Theodosius Dobzhansky, “nada en biología tiene sentido si no es a la luz de la evolución”. Esto es porque la vida es el proceso mediante el cual los seres vivos utilizan energía para generar más seres vivos. Así es que si uno quiere saber cómo es que funcionan las cosas, debe conocer la historia biológica por la cual llegamos a ser como somos.

Diabetes evolutiva

Así es que ¿cómo es que la selección natural, el principal motor de la evolución, ha permitido semejante falla en el sistema de seguridad de las membranas celulares como para no poner un freno a la entrada de glucosa? Simple.

Como comentamos antes, el azúcar es algo muy raro en la naturaleza, y es por eso que nuestro organismo está programado para atiborrarse de ella cuando la encuentra. El problema surge en la actualidad, que la dieta típica de ciudad resulta en un baño de azúcar constante para las células. Nuestros antepasados no tenían frutas como las que nosotros encontramos en el almacén o en las góndolas del supermercado, que son el producto de siglos de selección por parte de los agricultores para que sean más bellas, más blandas, más dulces.

Si encontramos sus versiones en estado salvaje, son menos abundantes, más fibrosas, y menos dulces que una zanahoria comprada en la verdulería de la vuelta. Millones de años de evolución favorecieron cambios en nuestros antepasados que los llevaban a brindarse comilonas si encontraban estos alimentos ricos en azúcar, muy agradables en sabor, y ricos en la energía vital, la glucosa.

Pero claro, el número de estos antepasados que podían volverse diabéticos era cero, ya que no sólo el azúcar era algo raro en la naturaleza, sino que ninguno de ellos pasaba gran parte de su día sentado.

Para que se hagan una idea de la actividad física que tenía un antepasado nuestro cazador recolector de hace decenas de miles de años atrás, piensen en un atleta olímpico, el mejor de todos, incluso este deportista que le dedica muchas horas al día al ejercicio se pondría rojo de vergüenza si lo comparamos con nuestros antepasados.

El atleta olímpico, un corredor de fondo, digamos, corre entre 130 y 160 kilómetros por semana. Si pudiésemos analizar los huesos largos de sus piernas, como la tibia o el fémur, se notaría la diferencia el ejercicio que realizan Se ve en la dureza de la llamada diáfisis, que es la porción central de los huesos largos. Ahora, ubiquen a un cazador recolector de hace 30 mil años al lado del atleta.

Los dos son Homo sapiens, por supuesto. Pero el antepasado de hace 30 mil años miraría con desaprobación al atleta, ya que sus huesos evidencian una movilidad extrema y constante. La actividad física entre los humanos decreció en los últimos 10 mil años, en parte debido a que mejoraron las técnicas para obtener alimentos. En la actualidad esa mejora se materializa en el hecho de que sólo debamos caminar hasta la heladera para obtener nuestra dosis diaria de nutrientes, a lo sumo, de vez en cuando hasta el supermercado o el almacén.

La humanidad se ha vuelto cada vez más sedentaria gracias a la tecnología. Esto ha generado problemas de salud como la diabetes, nutricionales como la obesidad, o problemas físicos como el dolor de espalda. Principalmente porque pasamos la mayor parte de nuestro tiempo sentados, en vez de realizando alguna actividad física. Cada vez nos alejamos más del estilo de vida al que nuestro cuerpo se ha adaptado desde hace 2 millones de años.


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