La gente actual que cuenta con un gen heredado de nuestros parientes prehistóricos los neandertales, tendría una tolerancia más baja al dolor, ya que sus receptores se activan más rápido, y más fácil. Esta variante heredada se ve más en gente de Sudamérica, América Central y algunas partes de Europa.
El dolor es la forma en que nuestro cuerpo nos hace saber que está sufriendo
algún tipo de daño. Cuando esto ocurre, se activan ciertas células nerviosas
que cuentan con un canal iónico como actor principal en disparar el impulso
eléctrico que llevará la señal de dolor al cerebro. Según un nuevo estudio
publicado en la revista científica
Current Biology, la gente que ha heredado una variante neandertal del canal iónico
experimenta un umbral de dolor más bajo.
Una característica que en tiempos prehistóricos
habría resultado ventajosa, en la actualidad no lo es tanto. Con todos los
peligros que acechaban en la naturaleza de hace 40 mil años, disfrutar de un
aviso más rápido de que el organismo estaba siendo dañado, resultaba una
ventaja importante.
Pero en la actualidad, con dolencias como la fibromialgia o el dolor
crónico, tener un umbral más bajo para el dolor, ya no parece tan
ventajoso, y genera problemas en quienes desarrollan y prescriben
medicamentos que buscan justamente dificultar el trabajo de esos canales
iónicos. El canal en cuestión permite el paso de iones o moléculas de
sodio a través de la membrana de las neuronas, como respuesta a cambios
eléctricos.
Dolor a la neandertal
Dentro del genoma se encuentra toda la información necesaria para que un
ser vivo se desarrolle, funcione y se reproduzca. Conocerlo implica contar
con el manual de funcionamiento de un organismo, ese manual son los genes
y cómo estos se organizan dentro de los cromosomas del ADN.
Así como se viene estudiando el genoma humano desde 2001, lo mismo se ha
hecho con el de nuestros parientes prehistóricos los
neandertales, humanos que se extinguieron hace unos 40 mil años. Cruzando la
información del genoma del Homo sapiens (nosotros) con la del
Homo neanderthalensis, se descubrió que entre un 1 y un 4% de los
30 a 35 mil genes que suelen componer nuestro genoma nos los legaron los
primos neandertales.
Los investigadores Hugo Zeberg, del Instituto Karolinska, en Suecia, y
Svante Pääbo, del Instituto Max Planck para la Antropología Evolutiva, en
Alemania, descubrieron que un gen neandertal con diferencias frente al de
los humanos modernos, codificaba a una proteína llamada canal iónico, o
canal de sodio, que es la iniciadora de la señal de dolor.
Los investigadores se valieron de los bancos de datos de genomas de todas
partes del mundo, de un proyecto llamado 1000 Genomas, que en realidad
tiene muchos más, de cada rincón del planeta. Así pudieron notar que el
gen SCN9A, el que lleva las variantes en el canal iónico, se veía presente
en poblaciones de América Central y Sudamérica, y en zonas de Asia.
Utilizando esos datos, y cruzándolos con otro biobanco del Reino Unido,
los autores del estudio descubrieron que aquellos que llevaban la variante
neandertal del canal iónico dentro de sus genomas tenían un umbral de
dolor más bajo.
“La variante neandertal del canal iónico lleva tres aminoácidos
diferentes a la variante más común entre los humanos actuales”, explicó
Zeberg. “A nivel molecular, ese canal iónico se activa más fácil, lo que
explicaría el por qué la gente que lo heredó tiene un umbral de dolor más
bajo”.
La traducción de la señal que se envía a través del canal iónico hacia la
percepción consiente del dolor, explican los autores en el estudio, se ve
modulada tanto por la médula espinal como por el cerebro. Como no se puede
saber la forma en que se comportaban estos últimos hace 40 mil años en el
cuerpo de los neandertales, no es que podamos estar seguros de que
efectivamente nuestros primos prehistóricos sufrían más dolor. Pero sin
duda que quienes heredaron su gen SCN9A tienen un umbral de dolor más
bajo.
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